Lucía se despertó en su cama cubierta de sudor y flujo vaginal, y con las manos entre las piernas. Todavía sentía el placer del orgasmo que había tenido en sueños y seguía jadeando enmedio de la oscuridad. El sueño había sido muy vívido y lo recordaba todo: ella era la mujer que había visto en el claro, y veía todo a su alrededor a través de los ojos de la máscara de gatita.
Al comenzar el sueño se bajaba del coche en el borde del claro y veía a los dos hombres esperándola. Notaba cómo se excitaba a cada paso que daba hacia ellos: sus pezones empezaban a ponerse sensibles bajo la blusa y su entrepierna se calentaba por momentos.
Se dio cuenta de que no llevaba ropa interior alguna, ni sujetador ni braguitas. Y la idea le encantaba y le excitaba: había venido buscando sexo, sin dudas ni contemplaciones. Se sentía llena de deseo y de confianza, de que lo quería todo y lo quería ya! Los dos hombres la devoraban con los ojos detrás de las máscaras, y en cuanto se acercó a ellos se abalanzaron sobre ella a la vez. El demonio cuarentón le puso las manos sobre los pechos y comenzó a lamerle el cuello, mientras que el jovencito de la máscara de perro se puso detrás de ella y empezó a apretarle las nalgas. Lucía se dejó hacer: pasó los brazos por encima de los hombros del demonio y ladeó la cabeza para dejarle vía libre, mientras sacaba el trasero para el jovencito.
El demonio comenzó a bajar hacia sus pechos, y Lucía notó que se estaba excitando: sus manos eran ahora más urgentes y apretaban con más fuerza. Sus dedos arañaron su piel al buscar los bordes del top y al tirar con fuerza hacia abajo notó cómo sus pechos botaban sensualmente. El demonio se lanzó con la boca abierta a por su pezón izquierdo mientras una mano empezaba a pellizcar su pezón derecho. Lucía gimió con suavidad al sentir el ataque a sus sensibles pezones, pero el placer le hizo sonreír y cerrar los ojos como un gato ronroneante.
De mientras el jovencito le había recogido la falda con prisas y ahora deslizaba la mano por su entrepierna. Sus fuertes dedos se abrieron paso entre sus labios y dejaron fluir el líquido que ya se estaba acumulando dentro. Lucía miró por encima del hombro y vio al jovencito acariciándose el pene con la otra mano. Estaba totalmente erecto, y el glande brillaba húmedo entre sus dedos, atrayendo su mirada. Lucía sintió un deseo insaciable, deseo de tener ese miembro dentro de su cuerpo, y comenzó a mover la cadera contra los dedos que la penetraban, hundiéndolos más aún. Le dirigió una sonrisa y un guiño al jovencito y se volvió hacia el demonio que tenía pegado a los pechos.
Bajó una mano directamente a su entrepierna, y allí encontró un pene empujando con fuerza el pantalón. Con la otra mano separó la cabeza del hombre de su cuerpo, y sin darle tiempo a pestañear se agachó hacia delante, hasta que su boca pudo morder la fina tela que la separaba del miembro. Con una mano agarró con fuerza la base, mientras con la otra cogía la mano del hombre y la llevaba a su pecho. El demonio lo entendió al instante, y las dos manos cubrieron sus pechos, estrujándolos y moviéndoles con decisión.
Mientras jugueteaba a través de la tela con el glande del demonio en su boca noto que el jovencito sacaba los dedos de sus húmedas entrañas y se arrodillaba detrás de ella. En un instante sus dos manos se abrazaron con fuerza a sus muslos, y una ávida lengua se hundió en su entrepierna. La saliva se unió a sus flujos, y el líquido resultante le acariciaba la cara interior de los muslos. La lengua buscaba y buscaba entre los pliegues, acariciando todos los huecos y deteniéndose especialmente sobre su hinchado clítoris. Lucía comenzó a sentir que la zona le ardía y palpitaba, enviando oleadas de placer y pidiendo más atenciones. De repente dos manos separaron sus labios con violencia para facilitar el acceso, y la lengua retomó su ataque con aún más ímpetu: una boca entera se enterró entre sus piernas y empezó a succionarle el clítoris. Lucía no pudo reprimir un gritito de placer, y empujó su trasero hacia atrás pidiendo más. La boca se abrió y unos dientes comenzaron a mordisquearlo todo: empezó con los labios, estirándolos y apretándolos con fuerza. Lucía nunca había sentido algo así, y menos en una zona tan delicada de su cuerpo, pero estaba descubriendo que le gustaba muchísimo. A pesar de la humedad que no cesaba de brotar y gotear podía sentir los dientes a punto de dañarle la sensible piel, pero a la vez su cuerpo respondía ante esta dureza con un placer como no había sentido antes. De los labios volvió al ya hipersensible clítoris, y en cuanto los dientes empezaron a cerrarse a su alrededor sin piedad Lucía empezó a sentir cómo se le encogía el vientre de placer y le temblaban las piernas.
Lucía ya no pudo contenerse más, y con un rápido movimiento bajó los pantalones al demonio, que pegó un respingo ante su ímpetu. Lucía vio cómo el pene escapaba de su prisión dejando un reguero de brillante líquido a su paso, y sus manos no perdieron el tiempo: con una de ellas atenazó los testículos con fuerza, mientras que la otra retiraba el prepucio. Durante un instante Lucía tuvo el goteante glande justo delante de su cara, hinchado y palpitante, y el olor del sexo masculino le penetró hasta lo más profundo de las fosas nasales. Ese olor la volvía loca, le hacía perder la razón y ahora le hacía necesitar ese pene en lo más profundo su boca. Sin pensárselo abrio los labios y los ceró con fuerza alrededor de la base del glande, succionando con toda la fuerza que pudo. El cuerpo del demonio cuarentón se puso rígido, y le oyó gruñir de placer. En su boca sentía el líquido preaeminal fluyendo del glande, y el olor que la embriagaba se había convertido en un delicioso sabor que le llenaba toda la boca. Su lengua comenzó a moverse con vida propia, deslizándose por la lubricada superficie del sensitivo glande con brutal fiereza. Mientras el demonio seguía gruñendo de éxtasis empezó a bajar la cabeza, introduciendo el fuste del pene poco a poco en su boca a la vez que apretaba con fuerza sus labios. Las manos en sus pechos se tensaron y se volvieron brutales, apretando y pellizcando los pezones al límite de lo que ella podía soportar. El demonio estaba bien dotado y el pene le llegaba hasta el fondo de la garganta, y Lucía sentía cómo le lloraban los ojos del esfuerzo. Se obligó a respirar con fuerza por la nariz para no flaquear, y siguió introduciéndose el pene aún más, hasta llegar a la base. Resoplaba con fuerza y le costaba no toser, pero la sensación la excitaba hasta el punto de dominarla. Quería aún más, así que empezó a mover la cabeza adelante y atrás, al principio poco a poco pero cada vez con más fuerza. Notaba cómo la saliva le goteaba por las comisuras de los labios, la garganta le boqueaba cuando el glande chocaba contra ella y el sonido del chapoteo del pene dentro de su boca le parecía maravillosamente obsceno.
De mientras el jovencito había dejado toda su entrepierna magullada, y de repente la soltó, se puso de pie y le introdujo el pene de una embestida que chocó contra sus nalgas como un azote. La fuerza la hizo parar en seco y la dejó sin aire, completamente superada. Sus manos se agarraron con despiadada fuerza a sus caderas para tomar impulso, y comenzó a penetrarla con una velocidad endiablada. Nunca antes la habían penetrado igual, con tanta velocidad y fiereza. El rítmico sonido de los golpes en sus nalgas se oía con fuerza, y cada golpe enviaba vibraciones por todo su cuerpo. Su vagina se contrajo de placer alrededor de ese pene que entraba y salía a cada momento, y comenzó a sentirle aún más. Notó cómo se levantaba en sus entrañas una ola de placer enorme, como nunca antes había sentido, y empezó a gemir al ritmo de los golpes.
El demonio, al ver que ella se quedaba quieta y no seguía con la felación, abandonó sus pechos y le agarró la cabeza por ambos lados con decisión. Empezó a mover las caderas, penetrándole la boca hasta el fondo. Lucía volvió a respirar con fuerza para no ahogarse, y su excitación ya era incomparable, sólo podía sentir cómo la penetraban por ambos extremos y cómo goteaba de placer por ambos orificios. Estaba a punto de correrse como nunca, y empezó a gritar incluso con un pene en la boca. El jovencito aceleró aún más y empezó a aullar de placer, y Lucía sintió un torrente de líquido dentro de ella. Esto fue demasiado para ella, y la ola de placer le llegó como un impacto: empezó a temblar mientras gritaba y todo su cuerpo se tensaba. Cuando ya creía que no podía más el demonio aceleró a su vez y le folló la boca como un loco. Su semen le inundó la garganta, y le caía por la lengua y los labios libremente. Otra oleada de placer golpeó a Lucía, y sus cuerdas vocales ya no podían más: acabó gimiendo suavemente mientras perdía el conocimiento.
El sueño había sido increíble, y sentía a su entrepierna tensa, todavía insatisfecha a pesar de haberse masturbado dos veces en una noche. Se puso en pie y se fue a la ducha, decidida a darle una tercera sesión que la dejase descansar. Pero mientras se desnudaba y empezaba a juguetear con sus empinados pezones se dijo que a la noche siguiente iba a volver al claro, y enterarse de qué estaba pasando bajo las máscaras.
Continuará…
1 comentario
Martin · 27/04/2015 a las 1:12 pm
Para cuando la tercera parte, esta muy bueno e interesante. Gracias!!!!