Me llamo Samanta y tengo 23 años. Soy alta (mido 1,74), y tengo el cabello largo, rizado en las puntas, de color castaño oscuro. Me considero guapa: pechos mediados, cintura más estrecha que caderas, y culo respingón.

Desde hace meses tengo el tremendo deseo de follarme al socio de mi padre, o mejor dicho, que él me folle a mí. Duro, sin contemplaciones.

Mi padre tiene una firma de abogados junto con sus asociados. Entre ellos está D., mi exclusivo empotrador en sueños. Es más joven que mi padre por unos años, y caliente a simple vista, con sus trajes entallados y su mirada dura. Cada vez que lo veo, en cenas familiares o eventos, se me mojan las bragas.

He soñado más de una vez en que ambos estamos en su oficina, en horas laborales, y que de la nada me agarra, me hace girar y me empuja hacia delate, de cara al escritorio. Él me toma de la espalda, y me empuja hacia adelante, inclinándome, pegando mi torso a la superficie de madera. Entonces su mano se cuela en mi vestido, acariciándome la parte trasera de los muslos, subiendo, tocándome el culo.

Y me susurra lo mucho que le gusta que no lleve bragas, y cuando me toca el coño, lo zorra que soy por estar tan mojada.

Oigo el sonido de la cremallera de su pantalón, y casi inmediatamente, siento el calor de su miembro contra mi culo, durísimo, casi tocándome. Yo me echo para atrás, queriéndolo dentro. Su polla me roza la abertura… pero él me detiene; me tira del cabello para que eche la cabeza hacia atrás al tiempo que me suelta un azote. Me hace rogarle para que me folle de una vez, y cuando se lo digo, me jala más fuerte del pelo y tira otra vez hacia atrás, de manera que quedo arqueada y así, con un movimiento veloz, increíblemente certero, me penetra. Estoy tan húmeda que logra llegar al fondo con una sola embestida.

Y así comienza a follarme, brutal, fuerte, sujetándome las manos en la espalda, tirando bruscamente de mí. Y yo sólo soy capaz de gritar de placer, con las piernas temblorosas, los pechos meciéndose, con cada potente embestida. Y así seguimos hasta que se inclina sobre de mí; su trabajosa respiración en mi nuca, mientras se corre en mi interior…, y yo lo hago con él, jadeando por aliento, entre convulsiones violentas.

Y el sueño es tan increíble, tan vivo y tan excitante, que me despierto más allá de mojada, con la mano ente las piernas.


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