Reavivando el dormitorio es una novela erótica diferente: ni habla de millonarios de gustos oscuros ni de mujeres ninfómanas. Los protagonistas son una pareja corriente que ha perdido su vida sexual, entre el trabajo, la niña y la falta de tiempo. Ha sucedido lentamente, a lo largo de los años, y como el resto de sus vidas va bien no le han dado importancia.
Pero al piso de al lado se mudan unas peculiares vecinas, que con sus vidas sexuales agitadas les harán darse cuenta de cuánto echan de menos el sexo. Y les ayudarán a recuperarlo, en un excitante viaje en pareja para reavivar su sexualidad, lleno de sorprendentes descubrimientos sobre sus gustos y apetitos. Llevarán su nueva vida sexual a límites que nunca hubieran imaginado, afectando a su día a día de una forma inesperada.
Reavivando el dormitorio habla de vidas normales, con sus problemas e inconvenientes, y de cómo una pareja puede recuperar el sexo como una de las bases de la relación. Se puede leer en pareja, de forma que nos ayude a descubrir nuestros límites y preferencias, a excitarnos y a tener nuevas ideas con las que sorprendernos.
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Extracto
¿No estás seguro todavía? Pues aquí te dejamos un extracto del libro, para que te vayas haciendo a la idea de cómo es:
- Es que no se oía ni un alma en todo el gimnasio, así que estábamos en medio del pasillo, con solo una toalla, e intentando espiar a estos tres morlacos. Hasta que Belén me guiña un ojo y me hace el gesto de entrar. Yo me lo pensé un momento, pero es que la ocasión era increíble. Abrimos la puerta y entramos como si fuera nuestra casa, y se hizo el silencio. Nosotras a lo nuestro: tranquilamente nos sentamos en los bancos de enfrente.
- Lo que hubiera dado por ver sus caras.
- Sí, eran un poema. Uno se tapó con la toalla, pero los otros dos se mantuvieron en pelotas, aunque cruzando las piernas y dándonos la espalda. El de la toalla nos dijo muy educadamente que la sauna de mujeres era la de al lado, el pobre. Y Belén le respondió que esta le apetecía más, que parecía más divertida. Los chicos estuvieron un rato mirándose entre sí, sin saber qué hacer y entonces yo me quité la toalla, para darles un poco más de caña. Belén me vio las intenciones e hizo lo mismo. Y te juro que la reacción de uno fue inmediata, vi cómo le daba un salto la polla entre las piernas. Pero un salto de verdad, ¡como si fuera un conejo!
Álex le miró riéndose, y aunque Lucía no podía comentar nada porque ya le faltaba la respiración, sonrió divertida.
- Así que ahí nos quedamos, en pelotas con los ojos entrecerrados como disfrutando de la sauna, mientras los pobres se miraban entre ellos sin saber qué hacer. Y la verdad es que estaban muy buenos, para comérselos. El educado intentó seguir la conversación entre ellos sutilmente, pero estaban demasiado ocupados mirándonos las peras. Al de un rato de silencio incómodo Belén debió aburrirse y decidió darles otro show: se tumbó en el banco, poniéndose primero a cuatro patas con el culo en pompa. —Al ver cómo Lucía levantaba las cejas, Álex negó con la cabeza—. No es muy sutil, no…
Álex bajó el ritmo otra vez a trote, dejando que Lucía recuperase el resuello.
- Y con eso ya les teníamos medio empalmados, imagínate. ¡Ya no sabían qué hacer con las piernas para taparse! El rubito, que debía ser el más lanzado, acabó preguntándonos si éramos por ahí, que le sonábamos de cara. Ya ves, menuda frase para empezar… Yo le respondí que sí, y que si ellos eran del equipo de waterpolo. Estaban bastante orgullosos de ello, se les notaba más seguros, más machitos de grupo al decir que sí. Y entonces Belén entró al trapo y levantó la cabeza del banco para preguntarles: “O sea que sois de los que os afeitáis enteritos?” Ahí ya les rompió completamente. El educado empezó a decir algo de la resistencia al agua y tonterías, así que le corté en seco diciéndole que nos lo enseñase. Otra vez a mirarse entre sí, sin saber qué hacer. El rubito volvió a ser el más lanzado y me preguntó directamente si quería verle la polla. Yo les respondí que a ver si tenía algún problema con que dos chicas guapas le vieran desnudo. Ya sabes, con estos chavales siempre funciona atacarles la masculinidad.
Lucía había recuperado la respiración, así que pudo echar una pequeña carcajada. ¡Qué mujer no ha encontrado machitos que se tiran de cabeza si les dices algo así! Álex debió tomarlo como una señal de que ya estaba bien, porque volvió a ponerla al trote.
- Pues nada, el rubito se nos pone serio y se pone de pie hinchando pecho. Oye, era un chulito pero la verdad es que estaba buenísimo. Tenía marcados todos los músculos, especialmente el triángulo de la ingle (que a mí me pone muchísimo), unos pectorales abultados y unos abdominales como una tableta de chocolate. Estaba a medio empalmar, con la polla levantándose casi horizontal. ¡Y todo el cuerpo afeitadito como el culo de un bebé! Daban ganas de lamerle hasta las orejas…
- No me digas que…
- Espera, que ahora viene lo bueno. El chaval estaría esperando que le adorásemos, y entonces Belén pone cara de jurado de televisión y le pide que se dé la vuelta con el ceño fruncido. El otro se da la vuelta y se pone a exhibir culo (también afeitadito, muy musculoso). Y Belén dice: “No, ése otro tiene el culo más bonito”, señalando al de rizos. Deberías haber visto la cara que pusieron, ¡yo casi suelto una carcajada! “A ver, déjame verlo”, y consigue que el rizos se levante y se dé la vuelta. El rubio, que estaba muy orgulloso de su cuerpazo, estaba claramente mosqueado por la comparación, así que apretó nalgas que no veas. Una gozada, imagínate: los dos tíos con unas espaldas bien anchas, así en triángulo, con unos culos apretados, músculos por todas partes… y los teníamos ahí, comiendo de nuestra mano. Y además el educado, que era el único que estaba sentado, me estaba comiendo con los ojos. Tenía una empalmada de campeonato, con las manos encima de su polla para intentar pararla. Yo hacía como que no me fijaba y que miraba a los otros dos, pero me estaba calentando muchísimo.
- Como para no, de verdad.
- Belén, en su papel de jurado de “Mejores culos del gimnasio” se pone de pie lentamente, se acerca a los dos bicharracos y dice “Mmmmh, déjame ver…”. Y les planta una mano en el trasero a cada uno, apretándoles las nalgas. Los dos dan un respingo, y el rubito intentó girarse, pero Belén no le deja. Se notaba que se lo estaba pasando demasiado bien jugando con ellos y quería disfrutarlo aún más. Les empieza a acariciar el trasero descaradamente, diciéndoles lo bien afeitados que estaban. Y claro, ¡los dos ya están todos como farolas! Estaba claro que estaban completamente dominados, y a Belén le encanta ese papel. Se pone entre los dos sin soltarles el culo, y les dice «Mmmh, también estáis afeitados aquí delante». El rubio empieza a decir algo, pero Belén le para los pies con un azote y un «chst chst chst tú quietecito». Era un espectáculo tenerlos ahí, como estatuas de mármol, totalmente empinados y sin moverse. Yo me estaba excitando y decidí darle un espectáculo a mi voyeur. Empecé a acariciarme un pecho, pasándome un dedo suavemente por el pezón y echándole miradas de vez en cuando. Se estaba poniendo rojo, y le veía respirar con fuerza, con sus abultados pectorales moviéndose arriba y abajo. Empecé a bajar una mano a mi entrepierna, todavía sin dejarle verla directamente, y ya podía oír su respiración desde mi asiento.
- ¿Te ibas a… tocar delante suyo?
- Claro, eso les pone muchísimo. De mientras Belén había soltado los traseros de sus esclavos, y se había puesto delante de ellos. Les acarició los pechos y fue bajando poco a poco, dejando que se derritieran con la anticipación. Yo veía como se les tensaban otra vez las nalgas, mientras seguía acariciándome para tener a mi público calentito. Separé un poco las piernas, lo justo para dejarle ver mi mano, pero nada más, y ya no pudo más: empezó a masturbarse lentamente, como hipnotizado. Belén ya había llegado a las ingles, y estaba bordeando los dos rabos que tenía delante, acariciando los muslos alrededor sin llegar a tocarles. Una tortura deliciosa, y el rubito empezó a gemir de tensión. «A ver cómo tenéis los huevillos», les decía con tono juguetón, y se los agarró de golpe, sin avisar. «Ummm, qué suavecitos, da gusto jugar con ellos». El rubito dio un respingo y gimió aún más. Belén estaba disfrutando de verdad con su papel, así que le apretó un poco, haciendo que diese un respingo, y le dijo con suavidad: “Calladito”.
- Sí que le va el tema de la dominación, sí —farfulló Lucía, que notaba que se estaba excitando.
- No te haces idea. Y con mucho cuidado, lentamente, empezó a pasar un dedo por la parte de abajo de sus miembros, acariciándolos poco a poco. El ricitos también empezó a gemir, y estaba claro que así iban a durar muy poquito. Entonces Belén decidió cambiar de juego: se les acerca, abrazándose a ambos y les dice suavemente: «Estáis muy bien afeitados, ¿queréis ver ahora como estoy yo?». A los dos se les salían los ojos, de verdad. Así que pone su voz de gatita juguetona y les dice «de rodillas». Al momento los tenía de rodillas, uno a cada lado. La muy cabrita les dejó así unos segundos mirando a sus caderas, y luego se giró majestuosamente, dejando al ricitos delante de su entrepierna y al rubito en su trasero. «¿Veis que bien afeitada estoy? ¿A que dan ganas de lamerme, de pasar la lengua por toda mi piel? Lamedme», y les agarra el pelo para empujar sus cabezas contra ella. De mientras el educado ya no sabía a dónde mirar: miraba al trío y luego a mí mientras se pajeaba. Yo ya empezaba a estar húmeda, así que decidí que era hora de darle trabajo. Me abrí de piernas lentamente, dejándole ver cómo de húmeda y preparada estaba. Le hice un gesto para que se acercara, y al momento le tenía viniendo, totalmente hipnotizado. En cuanto le tuve cerca le señalé al suelo, y le dije que se pusiera de rodillas. La verdad es que su cara era de veneración absoluta, y me miraba la raja como si fuera un ángel llegado del cielo.
Y esto no es más que una pequeña parte del capítulo 17 de 48!