Hemos hablado en muchos posts de alargar los previos sexuales o la penetración como formas de cambiar la rutina sexual, pero ahora os proponemos mantener la tensión sexual todo lo posible, evitando la penetración pero llegando al límite. Es un juego sexual, una experiencia de excitación y deseo compartidos en la pareja.
La idea general es evitar la penetración o la eyaculación en la medida de lo posible: buscamos una excitación apasionada, el roce y el deseo pero sin llegar a acabar. Podemos recordar nuestra época de adolescentes, cuando todavía no disfrutábamos del sexo completo.
Para llegar a niveles altos de deseo tenemos que comunicarle a nuestra pareja lo excitados que estamos, así que tenemos que dejar rienda suelta a jadeos, gemidos, grititos, susurros y demás. Y todo ello, por supuesto, mirándonos a los ojos constantemente.
Podemos empezar por prolongar el quitarnos la ropa: dejar que nuestras manos nos acaricien primero por encima de la ropa, luego deslizándose entre las capas buscando las zonas erógenas. Un siguiente paso es quedarnos en ropa interior, y prolongar el roce hasta dejarla húmeda y goteando.
Para no llegar a acabar tenemos que ir cambiando constantemente de roce, de forma que sigamos excitándonos pero no lleguemos a tener un ritmo continuo. Vamos, movernos constantemente, cambiar de postura, de mano…
Si notamos que estamos acercándonos al orgasmo, podemos dejar tranquilos los genitales durante un rato y volver a besarnos efusivamente.
Idealmente esta actividad acabará con orgasmos externos, sin haber llegado a la penetración, después de un buen rato de excitación. Si vemos que no vamos a llegar al orgasmo con esta actividad, volveremos a la penetración para acabar, dado que tanta tensión sexual acumulada puede ser problemática e incluso dolorosa.
En cualquier caso es una experiencia muy especial para la pareja, porque volvemos a disfrutar de la excitación absoluta. A ver cuánto tiempo duráis!
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