Hola, soy una mujer de 35 años y mi fantasía que más me excita es la siguiente: Llego una noche al garaje con la compra diaria, aparco en el garaje de mi edificio y me pongo a descargar las bolsas del maletero, justo cuando enfrente llega un coche y aparca. Del coche sale un morenazo, 1,90, grande, ni cachas ni flaco, fuerte, despeinado, con esa barba de tres días y con una seguridad al salir del coche que me excita enormemente. Al cerrar el coche me fijo en su culo redondo y prieto, marcado por esos vaqueros desaliñados. “Dios, me derrito”, y yo sudada y sin sujetador con las prisas me lo olvide en casa.
Me excita ese desconocido, que no me vea por dios, pero pasa delante de mi coche en dirección al ascensor, se fija en mí, sonríe clavando esos pequeños pero penetrantes ojos castaños en mí y me sonríe socarronamente. Mi pulso se acelera y me noto empapada, mis pezones luchan por salir de la camiseta, y sólo pienso “nooooo, dios, joder se va a dar de cuenta” y justo en ese momento… Se me caen las bolsas al suelo. Mierda.
El desconocido se gira y hábilmente me socorre, yo como una tonta no digo más que gracias. “Diosss, cómo huele a hombre, me lo follaría allí mismo”. Me pasa las bolsas rozando con sus manazas mis pechos, me mira, no dice nada y yo me pongo toda roja. Él lo nota, sé que nota mi excitación, está claro que es de ese tipo de hombres observadores que saben leer el cuerpo de una mujer, y el mío en ese momento es una enciclopedia.
Sin parar de mirarme se muerde el labio inferior y… justo en ese momento se apaga la luz del garaje. Al buscar el interruptor me tropiezo con su enorme torso, y en ese momento me coge de la cintura: derretida abro mi boca para recibir el beso que no tarda. Él me besa sin decir nada, me coge el pelo, y con maestría me hace darme la vuelta. No veo nada, todo está oscuro, y noto cómo me baja los pantalones, aparta el tanga y me dice: “¡cuando quieras que pare dímelo!”.
Noto el ruido de su cinturón al caer al suelo y noto cómo su polla busca mi vagina. La encuentra rápidamente y sin ninguna suavidad me penetra, agarrándome del pelo para que no pueda moverme. Cada embestida suya es un orgasmo y sólo puedo pensar: “Dios, me está usando, es un animal”. No puedo moverme, pero del gusto me corro rápidamente. Él lo sabe y lo nota y me da su más brutal penetración. Gimo en aquella oscuridad, pero el cabrón no para, me posee sin parar. “Dios, ¿qué hace?”. Me coge en el aire, me pone enfrente suyo apoyada en el capó y busca algo. Pienso “Nooooo”, me muero por decírselo pero estoy tan excitada que no digo nada. Noto cómo su polla busca mi culo, y con arte y suavidad me penetra por atrás. Dios, duele pero me gusta. No me penetra totalmente, sino que busca dentro de mí. Me tiene al límite, y sigo pensando: “Éste es un hombre!”. No tardo en empaparlo de nuevo, y aunque no lo veo su respiración acelerada me dice que está a punto. Lo agarro por esa enorme espalda y me lo clavo hacia mí, clavándole mis uñas y sintiendo como se derrama dentro de mí.
Dios, ni una palabra, ni un beso: Sólo él y yo en la oscuridad. Nos vestimos, y cuando pulso el interruptor y se encienden las luces él ya no está, y su coche tampoco. ¿Sería un sueño? ¿O no? Su semen escurriéndose en mi ingle me dice que no. Llego a casa, y sonriente saludo a mi perra blanca. Me acuesto en mi sofá enfrente a la chimenea, todavía oliendo enmi ropa a aquel desconocido morenazo.
FIN
1 comentario
Anónima16 · 06/06/2015 a las 8:02 am
Buenísimo!!!!!!!!! Comparto tu fantasía, sexo con un desconocido con una voraz necesidad por penetrarme… Muy buena fantasía.