2a parte:
Después de conseguir el orgasmo brutal de «ojos verdes», la bajé de la moto y cogiendo de los pelos a la tetona la puse de rodillas obligándola a chuparme mi miembro empapado en los jugos calientes y pegajosos de su amiga. Ella, encantada con esa sumisión, me brindaba la más profunda y salivada de las felaciones que me habían hecho, sin dejar en ningún momento de apretar mis testículos: uniendo a el placer del ritmo de su boca al dolor de sus dedos estrujándomelos. Mi orgasmo no tardó en llegar, regando la cara de esa madurita rubia de mi semen caliente y salado.
Caí rendido al suelo, y en ese momento la pequeña ojos verdes con una sonrisa de buscona se abalanzó sobre mi cara, poniéndome su sexo depilado y aún húmedo enfrente de mi boca. Me vi sin más salida que empezar a lamerla, al mismo tiempo que la agarraba de las caderas y clavándola en mi cara. La tetona vuelve a dar vida a mi polla dormida con movimientos intensos de su mano mientras oye las palabras de su amiga diciéndole: «Fóllatelo!».
Sin dilación se pone a horcajadas enfrente de «ojazos», clavándose en mi polla, que vuelve a estar rígida e hinchada por la excitación. Soltando unos gemidos de satisfacción profunda comienza a cabalgarme con pequeños giros de sus suaves caderas. No puedo ver nada porque tengo encima el coño de «ojazos», que al mismo ritmo que mi lengua se frota con espasmos gloriosos en mi nariz. Noto como entre las dos se mueven al unísono llevándome de una magistral manera al orgasmo triple de quien me folla, absorbiendo en su cuerpo cuarentón el tope de mis testículos con una mezcla de pegajosos fluidos mezclado con una orina que me quema el ombligo, notando en mi boca cómo un líquido pegajosamente salado me ahoga, casi notando la tensión de los músculos abdominales de ese pequeño cuerpo y sintiendo como mi orgasmo inunda la vagina rebosante de la dueña de aquel bar.
Nos levantamos camino del dormitorio y nos dormimos. Me levantan unos ojos verdes diciéndome: «Vete motero, es tarde». Obedezco sin hacer preguntas y observo como en la barra del bar la tetona saluda con un beso en los labios a quien yo supongo que sería su novio, un repartidor de cerveza nacional. Con un adiós la bella y erótica «ojos verdes» se despide, poniéndose un mandilón de cocinera. Y perdiéndola al fondo del pasillo que lleva a la cocina saco la moto del bar y me fijo en el letrero del bar. Sonriendo arranco la moto y negando con la cabeza recuerdo y releo el nombre de aquel bar: «la cueva de lesbos».
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